Para una versión corta, puedes leerte este artículo en Talking Points Memo, “Princeton study: U.S. no longer an actual democracy“, o esta fantástica entrevista con uno de los autores en el mismo medio. El estudio está convirtiéndose en una auténtica sensación viral en los Estados Unidos a ciertos niveles.
El resultado de la investigación, en línea con el libro publicado por uno de los autores, “Affluence and influence: economic inequality and political power in America“, es coherente con trabajos anteriores, y de manera particularmente llamativa con la espectacular presentación de Lawrence Lessig en TED, “We the People, and the Republic we must reclaim“, enormemente recomendable, que ha sido vista ya más de un millón de veces y que ha inspirado también libros como “Lesterland: the corruption of Congress and how to end it“, o la reciente iniciativa de recaudar fondos para una Super PAC (PAC, o Political Action Committee, son organizaciones que reúnen fondos para influenciar decisiones políticas) tratando de “terminar con todas las Super PACs”. Si no viste en su momento la presentación de Lessig, es un buen momento para verla:
La evidencia académica del estudio de Gilens y Page viene a demostrar lo que cualquier ciudadano medio lleva años sospechando: que el resultado de las elecciones es lo de menos, que lo que votes da exactamente lo mismo, y que la democracia es en realidad, desde hace muchos años, una forma de asegurar que siempre gobiernen y tomen decisiones los mismos. Algo sobre lo que hemos dicho en varias ocasiones, que hemos podido presenciar directamente en las ocasiones en las que hemos llegado a tener cierta proximidad a los centros de decisión política (y sin duda una de las evidencias que nos hicieron salir huyendo de esos entornos), y que viene a ponerse de manifiesto mucho más a partir del momento en que la sociedad consigue medios para organizarse en un entorno hiperconectado.
La democracia no existe. Como mucho, se otorga a los ciudadanos la posibilidad de elegir a unos teóricos representantes, en el mejor de los casos elegidos por ellos mismos pero habitualmente ni siquiera eso, que son los que responden a los deseos de una minoría dominante. En la práctica, la mayor parte de los países con unos supuestos altos estándares de calidad democrática son eso: partitocracias o representantes corruptos que ratifican los dictados de una oligarquía.
La tecnología ofrece muchos mejores medios que las corruptas democracias actuales para organizarse como sociedad. Pero la tecnología, obviamente, no es suficiente para conseguir nada. Antes hay que superar muchas otras cosas: la resistencia al cambio, el miedo a un sistema diferente, o la evidencia de que, por mucho que pretendan algunos, los ciudadanos son los mejores guardianes de sus propios intereses, y todas esas ideas sobre que “toman decisiones solamente unos pocos porque son los que están preparados para tomarlas” son lo que son: pura basura, y a la vez germen y evidencia de un elevadísimo nivel de corrupción.
Lo realmente importante de la evolución tecnológica es que terminará siendo capaz de promover la disrupción en la “industria” que nos afecta a todos: la política.
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